La Educación Alimentaria Nutricional es uno de los pilares fundamentales para la promoción de la salud, principalmente en la población infantil. La escuela y los docentes cobran un rol protagónico como multiplicadores de conocimientos que contribuyen al logro de estilos de vida saludables.
El educador, desde su posición, logra una transformación del sujeto desde un enfoque integral ya que no solamente potencia y transforma su conocimiento curricular, sino que también lo que son los hábitos saludables que van a transformar al niño y a su familia.
Paulo Freire (1921-1997), uno de los pedagogos más importantes del siglo XX, sostiene que:
Es importante incluir a la comunidad educativa, trabajar a partir de los intereses, problemas y necesidades de la misma para mejorar la calidad de vida de todos, principalmente de los niños en la búsqueda de potenciar los aprendizajes significativos y de calidad.
El educador le brinda herramientas a través de la educación con las que el educando va a transformarse en un sujeto libre y podrá conocer sus derechos para aprovecharlos.
Uno de los fines de la educación es mejorar la vida de los sujetos, transformarlas para que puedan trazar proyectos de vida. Mediante los conocimientos, recursos y estrategias que el docente le brinda al educando se puede cambiar la situación en la que se encuentra procurando siempre mejorar.
La educación, es un acto político, lo que implica que los sujetos tienen que salir del estado de inconsciencia e ignorancia en el que se encuentran, aclarando que el mismo no es intencional, para poder intervenir en la realidad que lo rodea, pero respetando las costumbres, cultura y relaciones con otros sujetos.
La transformación comienza por uno mismo, en primer lugar, los educandos a través de la educación cambian aspectos de sí mismos para luego poder intervenir en la realidad que los rodea y transformarla. Muchas veces, por costumbre, no es perceptible la situación de injusticia social en la que se encuentran, es tarea del educador hacer posible la toma de conciencia para que se pueda accionar y cambiar.
Para lograr estas transformaciones se necesita del compromiso de los educadores con los educandos y con la comunidad educativa. A los cambios se llega dialogando con los demás, poniendo en práctica lo aprendido, buscando constantemente participar.
En el caso de la alimentación, si se desconoce los aspectos positivos y negativos de la misma difícilmente se le preste atención. Cuando los docentes abordan la temática y se habla acerca del impacto de los hábitos alimentarios, se comienzan a transformar las costumbres. Es así que el docente desde su postura le brinda a niños y niñas las herramientas para transformarse, entendiendo que cada situación es diferente y que no todos van a actuar de la misma manera.
Si bien es cierto que los adultos de la familia son los principales responsables de la educación alimentaria de niños y niñas, la escuela no puede desentenderse de este aspecto, y por consiguiente debe contribuir a mejorar los hábitos alimentarios de sus estudiantes.
El desafío de la escuela radica en estimular a las y los alumnos para que amplíen y mejoren sus consumos alimentarios y sus elecciones frente a las diferentes alternativas alimentarias disponibles, así como también la implementación de acciones tendientes a la promoción de la salud en general. Por este motivo es que las escuelas se constituyen una zona de desarrollo para una buena educación alimentaria nutricional, ya que atienden a niños y niñas en la etapa en que sus hábitos están siendo formados.
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